RETROSPECTIVA: Centauros del desierto (1956)

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3 estrellas y media

Título original: The searchers. País: EE.UU. Año: 1956. Duración: 119 min. Dirección: John Ford. Guión: Frank S. Nugent (Novela: Alan Le May). Música: Max Steiner. Fotografía: Winton C.. Hoch. Reparto: John Wayne, Natalie Wood, Jeffrey Hunter, Ward Bond, Vera Miles, John Qualen, Olive Carey. Productora: Warner Bros. Pictures. Género: Western. Fecha de estreno (EE.UU.): 13/03/1956. Fecha de estreno (España): 16/06/1961.

Cuando uno habla de western clásico americano hay una serie de nombres y una serie de títulos de obligada visión que sirven como referencia del género entre géneros. ‘Centauros del desierto’ aúna dos de esas características, los nombres por antonomasia del western, John Ford- John Wayne, y uno de los títulos más importantes del género, ‘The searchers’, los buscadores, aquí el más pomposo ‘Centauros del desierto’.

Texas, 1868, Ethan Edwards (John Wayne) vuelve a casa después de estar años vagando tras la derrota del ejército confederado en la guerra civil estadounidense. La paz de la que disfruta en un primer momento le será salvajemente arrancada cuando una tribu de indios comanches arrase con su hogar, asesine a casi toda su familia y secuestre a sus dos sobrinas, Lucy y Debbie. Da comienzo entonces una implacable búsqueda por parte de Ethan y Marty, un joven mestizo adoptado por la familia años atrás, para dar caza a esos comanches y recuperar sanas y salvas a las sobrinas.

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‘Centauros del desierto’ es la historia del odio de un hombre, y de cómo este odio va ahondando en su personalidad y en su espíritu, conduciendo su vida hacia un camino de dolor y obsesión en el que lo único que tiene sentido es la venganza. Prejuicios, sangre y paso del tiempo que marcan la irreconciliable relación entre colonos e indígenas norteamericanos. John Ford articula la historia entorno a Ethan Edwards, ese vaquero duro, racista y sin escrúpulos, cuya determinación por encontrar a sus familiares secuestradas tan solo es superada por su visceral aborrecimiento hacia los comanches. John Wayne encarna al héroe oscuro a la perfección, un hombre atormentado por los horrores de la guerra y la lucha interracial, que nos habla de una época y de un conflicto que forma parte de las grandes vergüenzas de la historia estadounidense. Aquí el protagonista no es ese hombre de valores y estricto sentido de la justicia y del bien y el mal de otros films del propio Ford o Wayne, la figura del héroe muta para transformarse en otra cosa.

Mucho se ha escrito sobre las grandes virtudes de esta cinta: un prodigio de la técnica cinematográfica sustentado en una fotografía y una banda sonora espectaculares, cuidados encuadres que hacen que a veces parezca que estás contemplando más un cuadro de museo que una película, profundidad de campo, gran ritmo, un personaje central complejo y bien delimitado… Características todas que la han llevado a ser considerada como una de las grandes obras maestras del western y, por ende, del cine. Lo que ocurre con ‘Centauros del desierto’ es que junto a todos estos elementos positivos se encuentran otros negativos, sobre todo a nivel de guión, que descienden la calidad del conjunto. Me refiero a ciertas decisiones estúpidas de los personajes que condicionan el argumento, a la visión superflua y estereotipada del pueblo indio, algunas escenas que no vienen a cuento y rompen en ciertos momentos (sobre todo hacia el final), o un sentido del humor que a veces funciona pero que en otras ocasiones se antoja prescindible.

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‘Centauros del desierto’ es una de esas películas que hay que ver sí o sí, con sus grandezas y sus fallos. Un viaje a una de las grandes obras del western. No es ‘El hombre que mató a Liberty Valance’, para mí la obra maestra de Ford que redefine los conceptos del western, pero es indiscutible que estamos ante una película que marcó época e influencia en decenas de obras posteriores, entretenida y maravillosa en lo visual, con uno de los mejores papeles del mítico John Wayne.

Un humano cabalga hasta que el caballo muere y sigue a pie. Un comanche sigue, levanta al caballo, le hace cabalgar 30 kms más y luego se lo come” Ethan.

Alfonso Gutiérrez Caro

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