Kumiko, the treasure hunter
El argumento de ‘Kumiko, the treasure hunter’ es probablemente uno de los más disparatados de esta segunda edición del festival Americana. Kumiko (Rinko Kikuchi) es una joven japonesa solitaria que compagina su trabajo de ayudante de oficina con el de buscar tesoros. Cuando encuentra el VHS de la película ‘Fargo’ se obsesiona en ir a encontrar el maletín repleto de dinero que Carl Showalter entierra bajo la nieve. La película de David Zellner puede verse como un divertidísimo homenaje metacinematográfico a una de las mejores películas de los hermanos Coen y propone un viaje donde la realidad y la ficción se unen. Kumiko, que se compara con un conquistador español, no asimila ni acepta que se trate de una película de ficción y que tal maleta no existe. Un objetivo, pero, que le permite escapar de su aburrida vida en Japón, donde se encarga de llevar el té a su jefe y hacerle múltiples recados. Tras estudiar detenidamente la cinta, decide tejerse un mapa y señalar la ubicación, para después, sin avisar a nadie, viajar a Minnesota en su búsqueda.
Una vez Kumiko llega al frío estado de Minnesota, el filme se convierte en una aventura para la protagonista, donde diferentes personajes se toparán en su viaje hacia Fargo. Los hermanos Zellner han sabido captar la atmósfera de la película de los Coen y recrear ese humor absurdo que tanto la caracterizaba. En este caso la barrera cultural, el idioma y su inverosímil misión, hacen que su trayecto, convertido en una road movie, tenga un gran número de escenas divertidas. La anciana que la recoge en la carretera no entiende por qué quiere ir Fargo con el temporal helado pudiendo ir a sitios más calurosos como Florida y el sheriff (interpretado por el director) la lleva a un restaurante chino pensando que podrá entenderse creyendo que son idiomas parecidos. Momentos hilarantes como estos acompañan el tour de force de la omnipresente Kumiko, equipada con un edredón y caminando entre la nieve hasta poder encontrar la localización. El filme muestra a través de un argumento extravagante, como su protagonista es capaz de dejarse llevar hacia una ilusión. Una misión, que por muy irreal que parezca a ojos externos, para ella supone un motivo de felicidad y un aliciente vital.
Dear White People
“Querida gente blanca, el requisito mínimo y necesario de amigos negros para no parecer racista ha sido elevado a dos.” ‘Dear White People’ de Justin Simien es una película que podría catalogarse como estereotipada. Toda la acción tiene lugar en la Universidad de Winchester donde los cánones raciales y culturales y la propia segregación de los diferentes grupos, divididos por las diferentes residencias de la facultad, están establecidos. El filme sigue a cuatro personajes que ven como sus caminos se comunican. Sam White es una chica mulata que ha sido elegida como la presidenta de su residencia mayoritariamente regentada por estudiantes negros que también lleva un programa de radio ‘Dear White People’ en el que critica a la gente blanca. Su ex-novio Troy Fairbanks, hijo del decano de la universidad, es uno de los estudiantes más reconocidos en su residencia y en toda la facultad, que mira siempre de contentar a su padre en todo lo que hace. Lionel es un estudiante negro de segundo año que no ha acabado de encontrar a su grupo y cuesta que le acepten, con un artículo para el diario de la facultad acerca de Sam tiene la oportunidad de llamar la atención. Coco, en cambio, no se siente identificada con los ideales de sus colegas negros y menos con Sam, a la que quiere superar en popularidad de todos los modos posibles.
Con la ayuda de ellos cuatro y el resto de personajes, la película analiza los diferentes modelos y relaciones social-culturales que rodean a la sociedad americana desde una mirada mayoritariamente humorística, pero que no acaba de conseguir el grado de crítica con una lucha final de negros contra blancos que no acaba de ser el clímax que prometía desde un inicio. Dividida por capítulos y estructurada de manera cíclica, ‘Dear White People’ tiene una presentación del sistema académico llamativa, como también sucede con su apartado visual. Las numerosas y enredadas subtramas de los personajes desmerecen un poco una película que divierte y ofrece buenos diálogos.
Life Itself
Roger Ebert fue uno de los críticos cinematográficos más destacados del mundo, el documental ‘Life Itself’ busca adentrarse tanto en su faceta profesional como personal con la ayuda de una gran cantidad de interesante material de archivo basado de fotografías y de videos y con la inclusión de comentarios y anécdotas de amigos, conocidos y familiares. Narrado en gran parte en primera persona, destaca sus inicios como columnista de diferentes temáticas hasta que 1967 entró a trabajar en el Chicago Sun-Times donde publicó durante muchos años innumerables críticas de cine de un modo muy personal que le llevó a ganarse una gran reputación hasta ser el primer crítico cinematográfico en ganar un premio Pulitzer. Al margen de sus opiniones en los periódicos, también se destaca su participación en el mundo del cine con la escritura del guión de ‘El valle de los placeres’ de Russ Meyer. La transcendencia de su trabajo hizo que a mediados de la década de los setenta hiciera el salto en televisión con diferentes programas de cine que presentó junto al también crítico Gene Siskel hasta 1999. El documental dedica bastante tiempo a la relación amor-odio entre los dos críticos que acabarían siendo como hermanos. Sus famosos ‘thumbs up’ (pulgares arriba) servían para reconocer que películas les habían gustado y cuáles no. Críticas que sirvieron para destacar las carreras de varios directores como es el caso de Martin Scorsese, al que Ebert le apodó como ‘el Fellini americano’ en sus comienzos o Ramin Bahrani, ambos directores fueron amigos del crítico y están presentes en el filme.
El director del documental, Steve James, aparte del crítico, decide mostrar al Roger Ebert más familiar en un estado delicado de salud tras el cáncer de tiroideo que sufría desde 2002. Hablando a través de un ordenador, Ebert responde a las diferentes preguntas personales en las que destaca su relación con su mujer Chaz, con la que se casó cuando cumplió los 50 y le cambió su vida siendo su acompañante hasta su fallecimiento en 2013 tras varios años de lucha con la enfermedad sin perder la esperanza ni el sentido del humor. Como explica una cita al inicio, Ebert nació en la película de su vida, no supo cómo llegó a entrar, pero consiguió entretenerlo. ‘Life Itself’ es una magnífico y emotivo acercamiento a una de las personalidades más queridas de la crítica cinematográfica de un apasionado del séptimo arte.
Buzzard
En una de las primeras escenas de ‘Buzzard’, Marty, el protagonista, va al banco para cancelar su cuenta y le devuelvan el dinero que tiene en efectivo, seguidamente pide abrir una nueva cuenta en el mismo banco. Una escena absurda que define a la perfección la película de Joel Potrykus. Los disparates se suceden continuamente en la vida de Marty, un infeliz trabajador temporal, que busca ganarse un dinero extra devolviendo material que pide en la oficina o queriendo cobrar a su nombre los cheques de gente que ha pagado de más en los impuestos, pero esas estafas de poca monta no evitan que lleve un día a día poco prolífico. Potrykus presenta la vida vacía e impredecible de este joven amante del heavy metal, las máscaras de monstruos y creador de un guante artesanal imitando al de Freddy Krueger que no dudará en usar en el momento oportuno. La inconsciencia de querer ganar dinero con facilidad y la idea de que la policía irá tras él por sus delitos, le llevan a irse a vivir y esconderse temporalmente al sótano de un compañero de oficina, un risible y pequeño salón de juegos con poco más que un sofá, un televisor y una lámpara giratoria cutre con luces de colores. Los videojuegos, símbolo de la pérdida de tiempo, y los cómicos juegos con patatas fritas como protagonistas no evitan los roces entre ellos y sus enfrentamientos, hasta su marcha de la casa.
Las aventuras de todo menos épicas de este Freddy Krueger estafador de pacotilla van de un hotel de lujo comiendo spaghettis de manera poco agradable a ojos del espectador a un motel de mala muerte. Los objetivos y las metas son inexistentes para Marty en una película que puede recordar por sus momentos descabellados y graciosos al cine de Quentin Dupieux. Una realidad poco prometedora y una serie de absurdeces son los pilares de una película donde algunas escenas concretas sostienen a una historia irregular.