CRÍTICA: La conspiración del silencio (2014)

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4 estrellas

Título original: ‘Im Labyrinth des Schweigens’. Año: 2014. Duración: 122 min. País: Alemania. Director: Giulio Ricciarelli. Guión: Elisabeth Bartel, Giulio Ricciarelli. Música: Sebastian PilleFotografía: Roman OsninReparto: Alexander Fehling, Andre Szymanski, Friederike Becht, Johannes Krisch, Hansi Jochmann, Johann von Buelow, Robert Hunger-Bruhler, Lukas Miko, Gert Voss. Productora: Beta Film. Género: Drama histórico. Fecha de estreno (Alemania): 06/11/2014. Fecha de estreno (España): 23/01/2015

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, tras la derrota del país germano, las naciones aliadas iniciaron un proceso legal para penalizar a los oficiales, comandantes y otros altos cargos del partido nazi que exterminaron millones de vidas en los campos de concentración. Veinte años después de los juicios de Núremberg, la sociedad alemana fue víctima de una amnesia colectiva, consecuencia de la dura posguerra que había sufrido su población. Para los adolescentes nacidos en los cincuenta, Auschwitz era una leyenda urbana que los países vencedores habían inventado para martirizar y humillar a los perdedores. Los padres de los veinteañeros nunca les habían hablado del Holocausto, puesto que ellos mismos llevaban una doble vida basada en la mentira y la ignorancia fingida. En este sentido, la ópera prima de Giulio Ricciarelli parte de una simple pregunta: en 1958, ¿cuántos jóvenes alemanes eran hijos de asesinos sin saberlo? Se trata de una cuestión que todos los personajes de ‘La conspiración del silencio’ van repitiendo a lo largo del film, removiendo la conciencia social del espectador. El debut cinematográfico del actor italiano se sitúa en Frankfurt, en el corazón de su juzgado, y está protagonizado por un fiscal principiante (Alexander Fehling) que por error acaba teniendo en su poder unos documentos que facilitan los nombres de los auxiliares de segunda fila de los SS en Auschwitz. ‘La conspiración del silencio’ ficcionaliza sobre las dificultades e impedimentos que el Gobierno impuso a los letrados para que nunca se realizara el proceso más incómodo de la Historia de Alemania: los juicios de Frankfurt.

conspiración

A diferencia de los juicios de Núremberg, los fiscales de Frankfurt eran precisamente de Frankfurt. Es decir, alemanes. Por primera vez, el genocidio nazi fue revisado por la misma población que lo llevó a cabo, no por las víctimas de los países extranjeros. La segunda diferencia respecto a Núremberg es que los pleitos de Frankfurt, centrados en Auschwitz, no acusaba a los SS, sino a sus cómplices o ayudantes que torturaron y asesinaron a los prisioneros cumpliendo las órdenes de sus superiores. La caracterización de los imputados en el film de Giulio Ricciarelli resulta muy chocante. Los lobos disfrazados con piel de cordero son gente normal: panaderos, profesores, miembros del ministerio, e incluso amigos o progenitores de algunos de los personajes principales. Personas que tras la derrota de su patria en la Segunda Guerra Mundial regresaron a las antiguas profesiones que practicaban antes de hacerse miembros del partido. Siguiendo la estela de Constantin Costa-Gravas en ‘La caja de música’ o de la adaptación de la espléndida novela ‘El lector’ de Bernhard Schlink por parte del cineasta Stephen Daldy, Ricciarelli exhibe la paranoica caza de brujas que sacudió el país para lograr hacerse justicia. Una rectitud éticolegal que en los tres largometrajes trasciende las relaciones sentimentales o de parentesco.

Asimismo, es interesante destacar que la fuerza de la película reside en el proceso de autodestrucción que sufre el protagonista. El público de ‘La conspiración del silencio’ asiste a la devastadora evolución psicológica del fiscal Johann Radmann. Un individuo que pierde su ingenuidad e idealismo a medida que penetra en un laberinto de mentiras que ni él ni la sociedad alemana estaban preparados para escuchar. Su afán por desenmascarar a los centenares de impostores que figuran en sus archivos no puede compararse con su obsesión por procesar a Josef Mengele. Al descubrir que el prófugo sigue con vida, su ciega insistencia con dar con su paradero se convierte en su perdición. Radmann se adentra en un infierno real, pero también soñado, pues en sus peores pesadillas el letrado se transforma en una de las víctimas de los inhumanos experimentos médicos que Mengele realizaba en Auschwitz. Sin duda ‘La conspiración del silencio’ es una película necesaria para entender uno de los episodios más oscuros de Alemania. Un capítulo que no hace referencia al Holocausto, sino a la vergüenza que supuso haber olvidado las atrocidades cometidas en nombre de Hitler. Una amnésica indiferencia que en la actualidad, setenta años después, parece estar al orden del día con la irrupción de nuevos partidos neonazis.

Carlota Moseguí

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