Título original: Exodus: Gods and Kings. Año: 2014. País: EE.UU. Duración: 151 min. Director: Ridley Scott. Guión: Steve Zaillian (Historia: Adam Cooper, Bill Collage). Música: Alberto Iglesias. Fotografía: Dariusz Wolski. Reparto: Christian Bale, Joel Edgerton, Aaron Paul, Sigourney Weaver, Ben Kingsley, Emun Elliott, John Turturro, María Valverde, Anton Alexander, Indira Varma, Ben Mendelsohn, Golshifteh Farahani, Hiam Abbass, Kevork Malikyan, Andrew Tarbet, Aaron Neil, Anna Savva, Barrie Martin, Gerard Monaco, Ghassan Massoud. Productora: Coproducción Estados Unidos-Reino Unido; Scott Free Productions / 20th Century Fox. Género: Drama / Aventuras. Fecha de estreno: 05/12/2014.
A Ridley Scott le cabe el honor de haber hecho resurgir, a lo largo de su carrera, géneros de los que se había firmado su acta de defunción el siglo pasado, tras usos y abusos indiscriminados de todos sus códigos. Ya pasó con ‘Thelma y Louise‘ y la reinvención de la road movie tras el marco del feminismo; ya haría lo mismo con ‘Gladiator‘ y la vuelta de las gestas épicas y el heroicismo del llamado «cine de romanos»; y hoy, décadas y sonados fracasos después, trata de repetir hazaña en el encuadre bíblico con una de las escasas historias que aúna todos los elementos cinematográficos necesarios para apasionar y entretener al espectador independientemente del número de adaptaciones realizadas previamente: La vida de Moisés y su épica huida a través de Egipto por la liberación de los esclavos hebreos.
Coproducida entre España y Reino Unido, ‘Exodus: Dioses y reyes’ supone la visión e interpretación (libre, en ocasiones) de las hazañas narradas en el segundo libro del Antiguo Testamento por un director que, como es habitual en sus trabajos, se ayuda de épica visual para disimular un mejorable trabajo en el resto de áreas. Scott marca en la producción un esplendor fotográfico sin restricciones que, junto a las técnicas virtuales y el uso del 3D, imposibilita no sentirse asombrado ante el espectáculo, pero peca de solemnidad y excesos en una continua búsqueda por conseguir una epopeya que termina quedando en una simple producción de aventuras. Y lo que es peor, exceptuando ciertas elecciones ingeniosas como el tratamiento de las plagas o licencias como la personificación de la figura de Dios en la inocencia de un niño, provoca que durante la producción echemos de menos ‘Los Diez Mandamientos’ y momentos como Charlton Heston separando el Mar Rojo, pese al paso de los años.
La anteposición de la lógica ante lo divino es un enfoque interesante y rejuvenecedor para la historia, pero queda diluido ante la falta de profundidad en un guión que a lo largo de las dos horas y media de metraje de la cinta palidece. Lo aplaudible de la centralización en la naturaleza terrenal de Moisés (Christian Bale) y Ramsés (Joel Edgerton) y su relación fraternal no logra su efecto bajo la problemática de la inadecuada elección del último de estos intérpretes. Joel Edgerton carece de la fuerza y el carisma necesario para interpretar a un faraón déspota y cruel con su pueblo, y no resulta creíble. Todo lo contrario, Christian Bale ofrece una portentosa actuación, tanto a nivel físico como psicológico, que eleva la obra en su conjunto y nos recuerda el por qué es uno de los actores más en forma de la actualidad. Centrándonos en los secundarios, resulta desconcertante ver a Sigourney Weaver tener dos escasas frases y minutos en pantalla, de manera similar que un Aaron Paul omnipresente a lo largo de la cinta pero prácticamente inexistente en importancia. John Turturro y Ben Kingsley cumplen y aportan el toque de veteranía, mientras que la española María Valverde, críticas aparte a su dicción inglesa, aporta una correcta interpretación bajo la piel de Séfora, mujer de Moisés.
Scott cumple la que parece ser la máxima de sus premisas, «tan bien hecha en forma como convencional en fondo». Mostrando sus ya conocidas dotes como director artístico, trata de lograr una épica historia que se pierde precisamente en ese continuo exceso de búsqueda de lo épico (muestra de ello, la música de Alberto Iglesias que, continuamente en clímax, ahoga algunos de los momentos más emotivos de la cinta). Una epopeya bíblica para interpretar la fe, no para reafirmarla.
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