Título original: ‘The game’. Año: 1997. Duración: 128 min. País: Estados Unidos. Director: David Fincher. Guión: John Broncato & Michael Ferris. Fotografía: Harris Savides. Música: Howard Shore. Reparto: Michael Douglas, Sean Penn, James Rebhorn, Deborah Kara Unger, Peter Donat, Carroll Baker. Productora: Polygram Filmed Entertainment Género: Thriller. Estreno (Estados Unidos): 12/09/1997. Estreno (España): 05/12/1997.
La filmografía de David Fincher, a parte de caracterizarse por la dirección tan particular del director estadunidense, también destaca por la solidez de sus guiones. ‘The game’ es, por la necesidad de su argumento, de las más cuidadas en ese apartado. En la película, Nicholas Van Orton es un arrogante multimillonario dedicado al mundo de las finanzas al que por su cumpleaños su hermano le regala una tarjeta de una compañía que se encarga de diseñar a medida el entretenimiento de cada cliente. Tras aceptar el regalo, Van Orton ve como van sucediendo diferentes acontecimientos cada vez más inesperados e inquietantes.
‘The game’ juega (valga la redundancia) tanto con el propio protagonista como con el espectador. Las situaciones una vez ha comenzado el juego son impredecibles y sorprendentes y consiguen generar una tensión que aumenta paulatinamente, un componente que muy probablemente sea el elemento principal del cine de Fincher y que sabe manejar como pocos. Un ‘tour de force’ que deriva a la paranoia para Nicholas Van Orton, al que aún le persigue la imagen del suicidio de su padre y que pudo presenciar cuando era tan solo un niño, un suceso importante durante el juego (con la figura del payaso) y en el inicio y el final del filme. El protagonista ve como su vida calculada al milímetro, con su poderío financiero como principal seña de identidad, se va desmoronando y complicando hasta el límite de ver como su propia vida peligra. ¿Seguro que es tan solo un juego o hay algo más?
Contar con un despreciable multimillonario como eje central de esta historia le sirve a Fincher y sus guionistas a hacer una crítica de esta elevada clase social, personas que creen que el dinero lo es todo y que con él pueden dominarlo todo. “¿Qué se le regala a un hombre que lo tiene todo?”, pregunta Conrad, el hermano del protagonista. Probablemente ese regalo en forma de juego sin reglas sea lo que Nicholas Van Orton merece. Volviendo al guión, la película está hecha de manera que el espectador crea todos y cada uno de los acontecimientos, por tanto se puede decir que tiene un libreto muy tramposo con la finalidad de engañar, pero sobre todo manipular, constantemente al público. Las trampas y las mentiras en la historia en lugar de perjudicar a la película (como sucede en otros filmes) la benefician y evita que caiga en el ridículo para lograr un entretenimiento maléficamente divertido que su perseverante intriga atrapa hasta el final.
David Fincher, que rodó ‘The game’ dos años después de ‘Seven’, volvía a utilizar esa atmósfera turbadora e inquietante de su anterior película con el añadido de la locura in crescendo del protagonista que deja para el final el punto más culminante, decepcionante, pero lógico si se tiene en cuenta el transcurso de la película y para el propio Van Orton. Este tipo de películas llenas de momentos inesperados tienen el hándicap de la pérdida de la sorpresa en posteriores visionados.
Michael Douglas es Nicholas Van Orton, el actor encaja con el perfil del personaje, que no difiere mucho con el Gordon Gekko que interpretó doblemente en ‘Wall Street’ y su secuela ambas rodadas por Oliver Stone. Un individuo con el que es muy difícil empatizar y muy fácil despreciarlo, Douglas pese a ser un intérprete de lo más irregular y con un gusto particular de escoger sus papeles, realiza aquí una notable actuación. Lo mismo se puede decir del resto del reparto con Sean Penn, con unas apariciones breves pero intensas y Deborah Kara Unger que interpreta a Christine, la camarera que en realidad no es tal, uno de los tantos personajes que están detrás de la compañía encargada del juego.
‘The game’ puede que no sea una de las mejores películas de Fincher, pero merece la pena ver por su originalidad que junto al suspense con altas dosis de surrealismo e incredibilidad hacen que, sin ser una gran película, sepa como entretener.