CRÍTICA: Divergente (2014)

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3 estrellas

Título original: ‘Divergent’. Año: 2014. Duración: 139 min. País: Estados Unidos. Director: Neil Burger. Guión: Evan Daugherty, Vanessa Taylor (Libro: Veronica Roth)Fotografía: Alwin H. KüchlerMúsica: Junkie XL. Reparto: Shailene Woodley, Theo James, Kate Winslet, Tony Goldwyn, Ray Stevenson, Maggie Q, Mekhi Phifer, Jai Courtney, Miles Teller, Zoë Kravitz. Productora: Summit Entertainment / Red Wagon Entertainment. Género: Ciencia ficción / Acción. Fecha de estreno (España): 30/04/2014 

En la vida todo es cuestión de elegir. El cine lo sabe. Las sagas juveniles y su amplio departamento de marketing, mejor que nadie. Crecimos con el «¿Gryffindor o Slytherin?» «¿Ravenclaw o Hufflepuff?» como mantra y seña de identidad, mientras la adolescencia se nos presentaba (o avergonzaba) con esa ardua y existencial decisión entre hombres lobo o vampiros. Maduramos sumergiéndonos en el utópico mundo del futuro decidiendo previamente de qué distrito proveníamos (si es que existe alguien que no eligiera el 12, vaya) y ahora nos vemos envueltos en la tarea de decidir a qué facción nuestra personalidad y nosotros mismos pertenecemos . ¿Sinceridad (¿su nombre deja paso a alguna duda?), Abnegación (los buenos que visten mal), Erudición (los malos que visten bien), Osadía (los que cualquier abuela calificaría como delincuentes callejeros) o Cordialidad (los hippies hipsters de nuestros días)? ¿Podemos encajar con uno de estos géneros o somos irremediablemente divergentes?

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La propia película ‘Divergente’, deja a un lado esa, nunca mejor dicho, divergencia, para enfrentarse a su decisión: encajar o no. Ser una más de las sagas juveniles que juegan con los futuros distópicos y las fuertes heroínas en tiempos de crisis, o reinventar y surcar una nueva temática dentro del género ya denominado young adult. Y con aciertos y errores, pese a ciertas coincidencias, decide equilibrar la balanza por la innovación. Porque ‘Divergente’ no es ‘Los Juegos del Hambre‘ 2.0, pese a haber sido llamada a suceder al gran éxito creado por Suzanne Collins. “Divergente” es los juegos sin hambre, Harry Potter sin magia y Crepúsculo sin triángulos amorosos. ‘Divergente’ es un ente propio, una correcta cinta de evasión y entretenimiento firmada por Neil Burger, que se esfuerza en fusionar filosofía y moralidad, un contenido romance y una acción brutal, mientras surca lo complejo de la reivindicación de la propia identidad.

‘Divergente’ es una decisión, y las responsabilidades que la decisión tomada conlleva. ‘Divergente’ es Tris (Shailene Woodley), su secreto (clave para el orden social de la comunidad y su propia vida) y su inclinación por una u otra facción. Es su lucha por encajar en una nueva facción, su esfuerzo por pertenecer a ella. Su revelación de que quizá tanto esfuerzo no haya merecido realmente la pena. Su entrada en el mundo adulto, y en los intrincados mecanismos de una comunidad donde la defensa por la libertad es manipulada por los intereses de ciertos individuos. El peligro de ser diferente en una sociedad mostrada de forma clara pero poco definida, inmersa en un guión que pese a caer en lagunas, supone un notable intento por lograr una (muy) buena adaptación y correcta película, contentando a lectores, no lectores (y por ende, al departamento de marketing).

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La belleza visual de determinadas escenas, las destacablemente coreografiadas escenas de lucha o el juego con los contrastes y el uso de luces y sombras empleado por la dirección crea un interés que no se ve acompañado por los niveles de emoción que una cinta así necesita para implicar al espectador. La gravedad de quedarse sin facción, la dureza de los entrenamientos o la lucha por la denuncia social se diluyen ante el principal problema de la cinta: la impersonalidad. Todo parece estar calculado.  En determinados momentos, superficial. Nos gusta. Nos entretiene. Pero cuando las luces se encienden y la pantalla se apaga, sabemos que ‘Divergente’ tiene material y potencial para haber sido mucho más.

La superficialidad se extiende más allá de lo meramente emotivo. El magnetismo y la tenacidad ofrecida por la trama no concuerda con ciertas interpretaciones. Es difícil no tratar de conectar con Woodley, la reina 2.0 del indie, avalada por trabajos como ‘The Spectacular Now’ o ‘Los Descendientes’, pero aquí se la ve ausente, sumergida en un constante WWJD (what would Jennifer do?) fallido. Se esfuerza, se sumerge en Tris. Le sobra talento pero le falta cierto carisma y encanto para llevar una película así sobre sus hombros, y junto al guión, matizar un complejo personaje que podremos descubrir en próximas entregas y del que esperamos mucho más de Woodley.

Dos caras de una misma moneda, Theo James (Cuatro) supone mi revelación de la película. Conocedor del efecto Stewart y Affleck (expresa poco, trabaja mucho), todo en él encaja y se fusiona con su alter ego, Cuatro. Distante e intimidante en ocasiones, ligeramente sensible y cariñoso cuando debe serlo, y siempre intrépido y decidido, ofrece una destacable interpretación y una esperanza de cara a los fans y a cómo el equipo técnico y artístico plantea la adaptación de la segunda entrega de esta saga, Insurgente.

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Porque sí, hay cosas que nunca cambian. Las primeras adaptaciones de sagas (casi) siempre acaban desembocando en segundas. Las últimas adaptaciones de trilogías como ‘Divergente’ siempre acaban dividiéndose en dos producciones (confirmado lo que no hacia falta de confirmar, ¡qué novedad!). Los protagonistas son guapos y ligeramente desconocidos. Y sí, los secundarios son actores aclamados y caras totalmente reconocidas. Una Kate Winslet descafeinada, pero siempre acertada, aparece en nuestras pantallas para dar vida a Jeanine, la malvada líder de Erudición. Los estereotipos, sea como sea la saga, siguen cumpliéndose. A los actores, sean como sean de célebres, nunca les viene mal un cheque a cambio de decir unas cuantas frases.

Soy dura con los errores en los que, pese a múltiples ejemplos anteriores y a su potencial, ‘Divergente’ recae, pero también celebro los aciertos que, envueltos en una magnífica BSO y como nueva adaptación cinematográfica, supone. Y es que, ¿realmente el requisito principal a pedir a una obra dirigida al público más joven es su magistralidad? ¿No es más coherente basar nuestro criterio  en el entretenimiento que es capaz de provocar y en su valor como reflexión hacia la sociedad, las dificultades del ser humano y la reivindicación de la identidad? Hollywood no trata de esconder sus cartas en un intento por contentar a múltiples públicos. Porque, al fin y al cabo, las personas no podemos encajar en una sola facción. Somos complejos. Somos impredecibles. Somos divergentes.

Lydia Martínez (@whataboutlydia)

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