El cine es una propia película que no tiene fin. Un metraje continuado que va evolucionando y que, de alguna forma, nos acompaña a lo largo de todos los meses del año. Y es que el séptimo arte se encarga de que no lo echemos de menos. Pocas semanas después del fin oficial de la temporada de premios y el ‘road to the Oscars 2014’ (pese a que alguno como Emilio Aragón, del que leeréis nuestra entrevista muy pronto, ya esté pronosticando el de 2015), se abría la puerta de los Festivales y esa doble cara que encierran. Porque hablar de Festivales es hablar de glamour, de eventos, de celebrities paseando por la alfombra roja acompañadas de esa banda sonora compuesta por los gritos de los fans, incansables desde las 7 am, llueva, truene o nieve. Pero también es hablar de trabajo, pases, entrevistas, confirmaciones caóticas a ultima hora, pocos tiempos libres y aún menos horas de sueño. Si me preguntáis a mi, os diré que hablar de Festivales es, ante todo, hablar de fiesta. Porque estamos ante la representación de la fiesta del cine, y qué puede haber más maravilloso que eso.
Y si hay algo que sabemos hacer bien los españoles, es una fiesta. La celebración por excelencia del cine español, el Festival de Málaga, celebró su 17 edición la semana pasada, y el equipo de ‘La Voz en Off’ estuvimos allí para contároslo todo mediante críticas, entrevistas, crónicas editoriales (y alguna que otra curiosidad). Y ante todo, para hablar de qué nos puede ofrecer un cine español en un futuro próximo con el fenómeno ‘8 apellidos vascos’ como precedente de éxito.
El cine español gusta. Lo demuestran casos como el anterior. Y pese a los prejuicios de un sector de los espectadores, gusta porque puede llegar a reflejar la problemática cotidiana de los ciudadanos, y porque puede emplear toda diversidad de géneros y formas para hacerlo. Reinventarse o morir ha sido el lema de una edición donde lo indie se ha impuesto a lo mainstream, y donde el triunfo de alguna de las galardonadas con las biznagas del Festival deja paso a la duda de si estas tienen el poder de convocatoria necesario para llevar al espectador medio a las salas de nuestro país.
Y es que no nos olvidemos que en Festivales como el de Málaga el público está compuesto por crítica, miembros de la industria y espectadores amantes de lo que el séptimo arte les puede ofrecer. La verdadera prueba de fuego no consiste en contentar a los que, como nosotros, vamos con predisposición de disfrutar del buen cine en todas sus vertientes, sino en contentar a un público, cada día más exigente, y que sabe lo que quiere, y ante todo, lo que no quiere (o se niega a conocer). Y esto preocupa cuando pocas han sido las cintas que realmente han obtenido valoraciones positivas entre los sectores acreditados.
Si hay que apostar por una vencedora en taquilla, esa será ‘La Vida Inesperada’, y por mérito propio. Injustamente de vacío en el palmarés, lo nuevo de Torregrossa, con guión de Elvira Lindo, es el equivalente a la comedia de Woody Allen en versión másculina y realista. Javier Cámara y Raúl Arévalo bajó el telón de fondo de Nueva York en una tragicomedia agridulce, pura y natural, que intima con el espectador y le identifica con la historia. ‘Carmina y Amén’ no se quedará atrás. La secuela de ‘Carmina o Revienta’, la ópera prima de Paco León, reúne a la familia tras la cámara, y al público y a la crítica con el andaluz, que consiguió la biznaga a mejor guión, así como a mejor actriz de reparto para Yolanda Ramos. Natural y agridulce, con guiños que calan en el espectador, tiene todos los alicientes para convertirse en una película digna de su antecesora, tanto en calidad como en taquilla. Qué le vamos a hacer, nos gustan los León. ¿Y a quién no?
‘10000 km’ y ‘321 días en Michigan’ suponen la ilusión. El buen cine hecho con poco presupuesto y mucho esfuerzo, recompensado por su talento y que debería arrastrar a los espectadores a las salas. La clara (y justa) ganadora desde su proyección en los primeros días del Festival, ‘10000 km’, arrasó en unos premios descompensados, obteniendo la biznaga a la mejor película, mejor dirección (Carlos Marques-Marcet), mejor actriz ex aequo (Natalia Tena), mejor guionista novel (Carlos Marques-Marcet y Clara Roquet) y premio especial del jurado de la crítica. Y qué merecido. Una lección de cine que nos puede recordar a ‘Stockholm’, donde todo es química y sensibilidad, y una enseñanza de que no hay imposibles ni distancias suficientes. La malagueña ‘321 días en Michigan’, original reflejo de la cárcel bajo el engaño del protagonista a sus conocidos de que en realidad se encuentra estudiando un máster en Michigan, ganó el premio del público y el premio a mejor actor de reparto ex aequo (Salva Reina y Héctor Medina). Una arriesgada y pequeña apuesta que puede conectar con el público y que tiene potencial para hacer buenos números si consigue hacerse un hueco.
Los ’80 entraron al festival de la mano de otra de las triunfadoras y generadoras de polémica entre la crítica. Acertada e in crescendo para nosotros, ‘Todos están muertos’ supone la arriesgada opera prima de Beatriz Sanchis, con Elena Anaya de protagonista, que consiguió alzarse con el premio especial del jurado joven, premio a la mejor banda sonora original (Akrobats) y premio a la mejor actriz ex aequo (Elena Anaya). Y si arriesgada es la película, arriesgado es predecir qué puede ser de ella en cartelera. Fuera de gustos del público convencional, puede convencer a todos aquellos valientes y nostálgicos de una época que es tratada con tanto cariño, y de una diversidad de temas que, pudiendo llegar a ser confusa, es de lo más variada.
¿Qué decir de las no premiadas? ¿O de las que, en una opinión generalizada, vemos con menor proyección de cara al espectador medio? Que hay variedad. Que hay espacio para que la crítica nos equivoquemos y no sólo algunas de las anteriores, sino todas, puedan hacer buenos números. Que hay esperanzas para que la industria nacional actúe y consiga involucrar a un número creciente de espectadores en su cine. Que hay potencial. ‘Anochece en la India’ o ‘Una Noche en el Viejo México’ pueden ser ejemplos de ello. La primera, premiada a mejor montaje y mejor actor (Juan Diego). La segunda, con el aliciente de Robert Duvall en pantalla y Emilio Aragón en la dirección. Ambas, ejemplos del poco prolífico género nacional del road movie, del Oeste, de los viajes, del drama, de la comedia y de cómo, de alguna forma, todo encaja en este rompecabezas.
‘Purgatorio’, con Oona Chaplin, y ‘A Escondidas’ o ‘Dioses y Perros’, con Hugo Silva, trajeron al festival el más puro cine de terror y drama, respectivamente. Arriesgadas apuestas dirigidas a un público concreto y que basarán su éxito en lograr que estos acudan a verlas a la gran pantalla. Sensaciones agridulces tienen en la crítica, siempre destacando sus múltiples aspectos positivos, como las que ha tenido la comedia romántica por excelencia, ‘Amor en su punto’, la tragicomedia ‘Kamikaze’, o ‘El oro del tiempo’ y ‘No llores, vuela’. Buenas, sí. Éxito en taquilla, un quizás dudoso. De otras, sin embargo, no hay espacio para la duda. ‘Por un puñado de besos’ sembró y reservó para sí la polémica en un festival desde su primera proyección, y por ver está la respuesta en taquilla a esta peculiar película. Poco diré de ella que no pensemos todos. Y es que al final, qué más dará la crítica en este caso. Auguro éxito de taquilla entre adolescentes y preadolescentes.
Y esto ha sido todo. O el principio del todo. Pese a que en los próximos días iremos ampliando nuestra cobertura con crónicas de cada una de ellas, entrevistas a sus protagonistas y curiosidades de los mismos, el Festival de Málaga se resume en esas líneas que habéis podido leer arriba. Y no sabemos si quedarnos con que, quizás, lo arriesgado de las propuestas choque con un público que solamente quiera un cierto tipo de cine, más convencional. O con la ilusión de cortometrajistas y protagonistas que, premiados, ven esperanza para esos proyectos que el Festival de Málaga les da un impulso para funcionar. O con los gritos y la entrega de esos fans que ya formaban parte de nuestro día a día, los compañeros, las fiestas o esas estrellas que, si por algo las llamo así, es porque brillan con su naturalidad, cercanía y simpatía. Podría quedarme con tantas cosas que sólo me quedaré con una. Con Málaga. Con la ciudad que durante 8 días nos da todo, y a la que, de alguna manera, podemos llamar ‘casa’. Porque ella es la verdadera estrella. Y porque más que un adiós, esto es un hasta pronto. Nos vemos el año que viene.
Lydia Martínez (@whataboutlydia).