Soy de aceptar riesgos. Y ante todo, de disfrutarlos. Por eso, cuando me propusieron iniciarme en el aún desconcertante para mi mundo de los Festivales, no necesité más de un par de segundos para decir sí. Y qué bautismo de fuego el que me ha tocado. La ya consagrada Muestra de Cine Fantástico, organizada por SyFy, celebra su edición número 11 entre fans del género, adeptos a la peculiar manera de disfrutar las proyecciones en este evento y un cártel donde producciones como la aclamada ‘Snowpiercer’ o ‘La Bella y La Bestia’ se mezclan con otras menos conocidas, pero no por ello menos buenas.
Y con pase en la mano y la ilusión (y esa pizca de miedo) de quien entra en una nueva matería, las butacas de los Cines Callao me acogían después de tantas ocasiones para disfrutar el Jueves pasado de ‘300: El Origen de un Imperio‘. Esa secuela, precuela o, ahorrando tiempo, indefinible proyecto firmado por Noam Murro que, más que contar algo nuevo, complementa lo que ya ‘300’ nos da a conocer, desde otro punto de vista: el de los griegos y, más concretamente, el del General Temístocles, líder de los griegos libres, que trata de buscar apoyos en Grecia y diversas ciudades-estado contra los persas, durante las Guerras Médicas.
Y no voy a engañar. Se echa de menos a Zack Snyder. Esa dirección que caracterizó a la primera entrega de esta saga y que aunaba a la perfección escenas a cámara lenta con potentes diálogos que nada tenían que envidiar a lo espectacular de las batallas y la fotografía del proyecto. ‘300: El Origen de un Imperio‘ peca de ambiciosa y amplia en géneros, y abusando de su estética visual termina siendo un «sangre, sudor y torsos» en cantidades brutales, sin esperar menos ni más. Demos gracias a Eva Green por poner un poco de orden en ese caos visual y realizar una interpretación magnífica, muy por encima de la del resto de sus compañeros. ¿Mi recomendación? Si disfrutaron con la primera, vayan a verla, espectáculo garantizado. Si no, ahorrense la entrada y las esperanzas de ver algo más allá de lo que no les convenció en ‘300’.
Y abandonando a espartanos, griegos y persas para que ellos solitos resuelvan sus propios asuntos, un nuevo día empieza para mi, aunque más bien tendría que decir «una nueva cola empieza ante mi». Conocía que uno de los mayores atractivos de la Muestra es el carisma y lo apasionado del público, pero no así la extremada puntualidad de la que tendrían que tomar nota británicos. No sirve de nada eso de llegar treinta minutos antes, pero dos horas después algo me hace no arrepentirme de esta decisión. Llamemos a ese «algo» ‘Maniac’, dirigida por Franck Khalfoun y protagonizada por Elijah Wood.Y es que el archiconocido Frodo parece que después de tanto tiempo tomó nota de los consejos de Gollum, porque este remake grita a los cuatro vientos ‘Mi maniquí, mi tesoro’.
La aparente inocencia y normalidad que oculta su personaje, Frank, dueño de una tienda de maniquíes, deja traslucir un reprimido impulso de instintos asesinos cuando comienza a ayudar a Anna, una joven artista, con su exposición. Lo que en un principio resulta perturbador e intrigante, con ese punto de thriller psicológico por el que todos nos sentimos atraidos, termina degradando en un festival de sangre gratuita de una brutalidad considerable que hace que me pregunte qué necesidad había de degenerar una producción hasta este punto, y ante todo, qué necesidad había de proyectarla a la tan adecuada hora de las 15:45h. Es cine de género, propuesta muy arriesgada y ante todo perfecta para todo aquel con cierto interés por el trasfondo gore.
Y debo confesar, en este punto, que odio eso de informarme antes de ver una película. Llamenme desinformada, llamenme adepta a formarme mi propia opinión sin riesgos de influenciarme por factores externos. Pero cuando lees en el programa que la próxima película es ‘Frankenstein’s Army’, una comienza a pensar. Y con escasas conclusiones, te encuentras ante una pantalla donde se mezcla el terror con la estética nazi y un sinsentido dirigido por el primerizo Richard Raaphorst. El final de la Segunda Guerra Mundial, un laboratorio secreto nazi y un diario son los elementos clave para dar forma a un ejercito de supersoldados formados por partes del cuerpo de camaradas caídos, y para confirmar mi teoría de que ‘Frankenstein’s Army’ es una película que odias o amas.
Y es que a veces no hay punto muerto. Y es que si entras en el juego de esta producción y te la tomas con humor, vives una montaña rusa de locura entretenida y de una historia que flaquea por todas partes. Y si no… Y si no, más que Frankenstein, vives un torturenstein entre tanto robot nazi y un found footage que ya cansa. ¿Que no me ha convencido? No. ¿Que se toma demasiado en serio? Sí. ¿Que es absurda? Puede que quizás, pero al fin y al cabo, ¿qué sería la vida sin un poco de absurdez?
Divagaciones aparte, la pantalla va volviendo a su blanco inicial y yo me digo a mi misma «ahora sí que sí, empieza lo bueno». Y no por esa cola que antes de salir de la sala ya espero que sea kilométrica y me haga más fácil la tarea de sobrevivir a un día en unos Juegos del Hambre,que encontrar un buen asiento en la próxima proyección, no. Me refiero a ese remake estadounidense conocido como ‘We Are What We Are’ que, ironicamente, me da muy buen rollo. Y lo dice una persona que, dos horas después,había perdido la cuenta de sustos y miedo nauseabundo que la cinta produce y que comenzaba a plantearse el sentido de seguir haciendo caso a su intuición.
‘We Are What We Are’ es dos películas. Una excelente, que sorprende a cualquier espectador, amante o no del género de terror, y otra de locura, donde no se peca en excesos y deja al espectador con hambre de más ante una familia con gustos culinarios de lo más particulares, y que confirma lo efectivo de este remake. La complejidad y falsas apariencias de una familia, los Parker, donde la tragedia obliga a relucir la verdadera identidad de las personas y el director nos obliga a vivir un auténtico final de vértigo. ¡Me río de las montañas rusas, y de quien necesita sangre para vender! Una producción que proporciona tensión, intensidad y elegancia. Cuánta poca sangre para tanto retorcimiento de estómago.
Y ha llegado. El plato fuerte del día y de la Muestra y por fin ha llegado. Cuatro películas después, mis fuerzas resisten para afrontar ‘Snowpiercer’, la bestial y aclamada producción de Bong Joon-ho que conquistó a crítica y público de la última Berlinale. Y desde hoy, en esa lista me pueden incluir a mi. Que viva el nuevo giro de la ciencia ficción y el futuro, y que viva esta lucha entre clases y por el poder que encarna la producción, en el entorno y ecosistema propio de un tren donde residen los únicos supervivientes a la gelación del planeta, provocada por una falida respuesta al calentamiento global.
Y, por qué no decirlo, que viva esa espectacular dirección, que juega magistralmente con el tono de la película y el tratamiento de cada escena, cuidado al detalle. Una película hecha por y para disfrutar, excesiva y que nos redescubre a Chris Evans. Más guapo y más actor que nunca, deja el traje de Capitán América a un lado para destacar en una clase social reprimida y en una película que necesitaba de ese liderazgo que demuestra. Una transición que se acompaña de unas grandes actuaciones, de un final que deja con ganas de más y de una sóla pregunta: ¿por qué no estáis contando aún los días que faltan para su estreno?
Y por fin, digo adiós a una maratoniana jornada. Y mientras vuelvo a casa, pienso en esos cortos que durante estos dos días he visto y me introducen poco a poco en una nueva experiencia. En la irrelevancia de ‘Aningaaq’, la explicación a uno de los interrogantes de la oscarizada y aclamada ‘Gravity‘. En lo desconcertante de ‘Insectopía’, y en su explícito lenguaje. Y pienso en los aplausos. En la manera de vivir el cine que se respira en estas salas. En que la claqueta ya ha sonado, las cámaras se apagan y las luces de la Muestra nos vuelven a esperar mañana.
Lydia Martínez (@whataboutlydia)