Para ser la sesión de las cinco de la tarde la Filmoteca y aledaños se encuentran bastante animados. La película que proyectan dentro de la Sección Oficial es una ópera prima que se estrena por primera vez en nuestro país, se llama ‘Hotel Nueva Isla’ y es una co-producción hispano cubana dirigida por Irene Gutiérrez y Javier Labrado. Ella se encuentra en la Filmoteca, hace una pequeña presentación, agradece la asistencia al público y la sesión da comienzo. Hoy va a ser el día de los documentales.
Como de costumbre antes del largo echan un cortometraje, ‘Pettring’ (algo así como aprendiz), un documental dirigido por Eloy Domínguez Serén que narra su propio día a día como currante emigrante en Estocolmo. Al parecer Eloy fue el primero en su familia en obtener una carrera universitaria, aunque eso de poco le valió en los tiempos que vivimos. Desesperado por su situación (en realidad LA SITUACIÓN en nuestro país) decide emigrar a Suecia en busca de pastos más verdes. Allí encuentra trabajo, aunque no de lo que desearía. Así que vemos a Eloy pasando las horas currando como un campeón en la construcción, limpiando escombros y cargando ladrillos. Y poquito más, hace su vida allí, echa de menos a la familia de aquí y eso, un corto documental dedicado a los españoles que se ven obligados a coger las maletas y buscarse las vida fuera de nuestras fronteras.
Llegamos al ‘Hotel Nueva Isla’, largometraje rodado, en propias palabras de la directora, de forma prácticamente ilegal en las ruinas de un antiguo hotel del centro de La Habana. Allí, entre kilos de escombros, paredes a medio derruir e inmundicia por doquier nos encontramos con Jorge de los Ríos, el nuevo ‘gerente’ (por decir algo) del hotel. Jorge se dedica a ir de una a otra estancia del hotel martilleando suelos, paredes o techos en busca de algo de valor, arreglando cosillas y fumando. Le acompañan un perro tan viejo y cascado como él amén de una serie de personas sin hogar para las que el hotel se convierte en un refugio donde pasar la mala racha a la espera de tiempos mejores. Ahí tenemos a una madre y su hija, a una señora bastante íntima a Jorge y un hombre que tampoco pasa por su mejor momento. ‘Hotel Nueva Isla’ es el testimonio en vida de un tipo parco en palabras, un hombre que vive rodeado de miseria pero que siempre muestra una gran humanidad.
La película no es más que una sucesión de escenas de la vida cotidiana de Jorge en el interior del hotel, ahora con el martillo, ahora con la paletilla, ahora dándose una friega con el agua de una palangana, ahora escribiendo frases más o menos existenciales en las paredes… todas ellas cocidas a fuego lento, con un ritmo plomizo y una atmósfera ciertamente claustrofóbica, no en vano toda la película ocurre en el interior del ruinoso edificio. Lo que la hace especial es que tiene alma, que se las apaña para escarbar entre los cascotes y demás deshechos que inundan el lugar y emerger con la vida en las manos. ‘Hotel Nueva Isla’ derrocha vitalidad a pesar de lo duro de las condiciones del microcosmos que vemos en pantalla. La vida siempre se las apaña para brotar hasta en los lugares más inhóspitos, y este hotel es buena prueba de ello.
Salgo de la sala y debo elegir entre un documental argentino sobre barrios periféricos llamado ‘La multitud’ y un documental alemán de llamativo nombre que proyectan en la pequeña sala B: ‘El tiempo pasa como el rugido de un león’. Elijo la segunda opción y subo las escaleras. En la sala no seremos ni ocho personas, promete ser una de las cosas más raras que haya visto nunca.
‘El tiempo pasa como el rugido de un león’ es un documental que trata de la concepción y la percepción del tiempo. El director Phillip Hartmann hace una especie de estudio o ensayo filosófico movido por una extraña sensación que le consume desde que cumplió treinta y ocho años y un cuarto, o lo que es lo mismo, la mitad de su vida si hacemos caso a las estadísticas. Según los médicos Phillip padece de cronofobia, esto es, miedo al paso del tiempo. Para tratar de sosegar su espíritu realiza una serie de viajes que van desde su propio interior a su tierna infancia pasando por diversos lugares del mundo. Uno de estos últimos que se repite a lo largo del metraje es el espectacular Salar de Uyuni, el mayor desierto de sal del mundo, situado en Bolivia. Allí la sensación es que el tiempo se detiene, que las manecillas dejan de andar, solo hay espacio y el horizonte no acaba nunca.
Se habla de la teoría de la relatividad de Einstein y sus efectos (perdonadme pero no creo estar cualificado para hablar mucho de física). Se habla también de objetos o lugares que son capaces tanto de transportarte en el tiempo como de medirlo de alguna forma. Cosas que te ayudan a no olvidar, a tener esa sensación de haber vivido, de sentirte realizado en algo.
A través de los testimonios de personas cercanas a Phillip se sigue ahondando en el tiempo y la distinta percepción que cada uno tiene de él. En los niños y su desarrollo, en los adolescentes y en los ancianos, en el Alzheimer y la pérdida de la noción del tiempo. Al final hay una escena de unos cinco minutos en la que vemos la sombra de un telesilla proyectada en el suelo mientras realiza un recorrido por el valle, la carretera, la montaña… No ocurre absolutamente nada, todo sigue su curso, nada se acaba nunca. Ya lo decía una inscripción, escrita curiosamente en español, encontrada en una vieja locomotora al principio del film: ‘lo único que pasa aquí es el tiempo’.
Con la cabeza llena de ideas y la sensación de que será difícil darles una coherencia pongo pies en polvorosa. Mañana toca sesión nocturna con una de las pelis más esperadas del festival: ‘La jungla interior’ de Juan Barrera. La veremos, y la contaremos, por supuesto.
Alfonso Gutiérrez Caro (@Al_Runciter)